Cultivar la paciencia

Practica

**La paciencia es una forma de sabiduría. Demuestra que comprendemos y aceptamos el hecho de que, a veces, las cosas se tengan que desplegar cuando les toca. Un niño puede intentar ayudar, rompiendo la crisálida, a que una mariposa salga, aunque, por regla general, la mariposa no resulte en nada beneficiada por el esfuerzo. Cualquier adulto sabe que la mariposa sólo puede salir al exterior cuando le llega el momento y que no puede acelerarse el proceso.

De la misma manera, cuando practicamos mindfulness, cultivamos la paciencia hacia nuestra propia mente y nuestro propio cuerpo. De forma expresa, nos recordamos que no hay necesidad alguna de impacientarnos con nosotros mismos por encontrar que nuestra mente se pasa el tiempo juzgando, o porque estemos tensos, nerviosos o asustados, o por haber practicado durante algún tiempo sin aparentes resultados positivos. Nos hemos concedido un espacio para tener esas experiencias. ¿Por qué? ¡Por que de todas maneras las vamos a tener!

Cuando lleguen, constituirán nuestra realidad, serán una parte de nuestra vida que se despliega en ese momento, de modo que tratémonos a nosotros mismos tan bien al menos como trataríamos a la mariposa. ¿Por qué pasar a la carrera por algún momento para llegar a los demás, a otros "mejores"? Después de todo, cada uno de ellos constituye nuestra vida en ese instante.

Cuando practicamos estar así con nosotros mismos, estamos destinados a encontrarnos con que nuestra mente posee "una mente propia". Una de las actividades favoritas de la mente es vagar por el pasado y por el futuro y perderse en pensar. Algunos de sus pensamientos son agradables; otros, dolorosos y generadores de intranquilidad.

En cualquiera de los casos, el mero hecho de pensar ejerce un fuerte tirón en nuestra conciencia. La mayoría de las veces, nuestros pensamientos arrollan nuestra percepción del momento actual y hacen que perdamos nuestra conexión con el presente.
La paciencia puede ser una cualidad especialmente útil para invocarla cuando la mente está agitada y puede ayudarnos a aceptar lo errático de ésta recordándonos que no tenemos por qué ser arrastrados a sus viajes. La práctica de la paciencia nos recuerda que no tenemos que llenar de actividad e ideas nuestros momentos para que se enriquezcan. En realidad, nos ayuda a recordar que lo que es verdad es precisamente lo contrario. Tener paciencia consiste sencillamente en estar totalmente abierto a cada momento, aceptándolo en su plenitud y sabiendo que, al igual que en el caso de la mariposa, las cosas se descubren cuando les toca.

No es ninguna novedad que hemos crecido en una sociedad que lo quiere todo ahora; por esto esperar les parece, a muchas personas, una actividad insoportable. Sin embargo, la impaciencia es, en cualquier contexto, uno de los principales obstáculos para desarrollar la maestría porque, cuando somos impacientes, nos sentimos inclinados a abandonar. Por eso, una de las mayores habilidades que podemos desarrollar -y que nos servirá en todos los ámbitos de nuestra vida- es la paciencia.
La paciencia es esa tranquila voz interior que te susurra «ve poco a poco», dejando espacio a lo que está aquí. Gracias a ella, empiezas a entender que este es el momento que tienes al alcance de tu mano y que es importante que estés presente en él, puesto que es el momento en que estás viviendo tu vida. Imagina que escuchases esa voz interior cuando estás atrapado en un embotellamiento, aguardando tu turno en la cola del supermercado, esperando a que la chica que acabas de conocer responda a tu mensaje o durante una rabieta de los niños. ¿Qué cambiaría en tal caso? Habría mucha menos ansiedad y mucha más perspectiva y paz mental. Lo maravilloso de la paciencia es que se trata de una habilidad que, sin importar nuestra formación o educación. todos podemos aprender. El hecho es que, con independencia de que tengamos más o menos paciencia, el tráfico seguirá ahí, tendremos que aguardar nuestro turno en la cola, el mensaje aún no habrá llegado y nuestro hijo seguirá con su rabieta. Pero ¿quién es el que sufrirá? ¡Tú!

Práctica de mindfulness
Lo más maravilloso del ejercicio de la paciencia es que transforma todas las experiencias de nuestra vida cotidiana -las que menos nos agradan- en oportunidades para practicar y crecer. Esto se parece a un estupendo truco de magia. Dedica unos momentos a pensar en todas las ocasiones a lo largo del día en las que sueles mostrarte impaciente.
Esta es una lista experiencias muy comunes de impaciencia:

  • En medio del tráfico.
  • Cuando hace mal tiempo
  • En la cola de un supermercado o de un cajero automático.
  • Descargando una app.
  • Cuando el ordenador tarda en encenderse.
  • Cuando habla otra persona y esperas tu turno para intervenir.
  • Esperando un café o un té.
  • Aguardando una respuesta vía mensaje de texto o correo electrónico.
  • Cuando alguien no te entiende.
  • En compañía de ciertas personas que te desagradan.
  • Cuando un niño tiene una rabieta.
  • Cuando no puedes conciliar el sueño.

Quizás puedes conectar con tener paciencia y darte cuenta de que cosas están sucediendo mientras esperas. Cuando empieces a reconocer en qué momentos la impaciencia irrumpe en tu vida cotidiana, quizá descubras que es una experiencia sentida en el cuerpo como, por ejemplo, una opresión en el pecho o tensión en los hombros o el rostro. También puedes percibir una secuencia de emociones y pensamientos reactivos.
Asimismo, advertirás que la impaciencia tiene un periodo de vida limitado y que, como el resto de las cosas, aparece y desaparece de manera natural. Si miras a tu alrededor, verás que no eres el único que se esfuerza en ser paciente. La experiencia de no sentirse a merced de la impaciencia resulta empoderadora.