Apaguemos las luces para que podamos ver

Reflexión

La frase, “tocando la iluminación con el cuerpo” aparece en un texto Theravada temprano como manera de describir el logro espiritual ultimo. Es interesante – y también extraño – que no nos invita  a VER la iluminación, sino a TOCARLA – además  tocarla no con el pensamiento, ni con la mente sino con el CUERPO. ¿Qué significa esto? ¿Cómo puede el cuerpo jugar un papel tan fundamental en la meditación? La pregunta es aun más interesante considerada desde el contexto contemporáneo: donde tantas personas sienten fuertemente una falta de conexión con su cuerpo.

Es decir: los beneficios y frutos de la meditación no pueden experimentarse ni disfrutarse mientras no estemos arraigados en nuestro cuerpo. El titulo implica tanto que podemos tocar la iluminación con el cuerpo como que sin el cuerpo será imposible.

El cuerpo se hace nuestro compañero en el camino espiritual, nuestro maestro pero un maestro que no comunica con palabras – tiende a hablarnos desde las sombras y nosotros en vez de adaptar la comunicación del cuerpo a nuestras ideas e intenciones, somos nosotros que tenemos que adaptarnos y aprender el lenguaje que el cuerpo utiliza. A veces creemos que entendemos todo pero vemos que no hemos captado la idea. Poco a poco, meditando con el cuerpo como guía vamos dándonos cuenta, quizás por primera vez, que es sabio, amable, totalmente fiable, y, aunque suene raro, digno de nuestra devoción.

¿Qué significa meditar con una consciencia corpóral, habitando el cuerpo?

En principio quiere decir el prestar atención de forma directa y no conceptual. Es un trabajo que requiere enfoque, regularidad, estabilidad y compromiso a largo plazo. Yo diría que una vez que hemos captado lo que esto significa entramos en un camino que seguimos durante toda la vida.  Al mismo tiempo, el impacto experiencial del trabajo se nota inmediatamente, con lo cual sentimos que lo que hacemos es lo correcto y podemos confiar en el proceso.

Aprendemos como habitar plenamente el cuerpo – y esto no es una técnica como tal sino mas bien es como si ajustáramos el /enfoque y amplitud/ de nuestra consciencia. Así pues, llegamos poco a poco a un estado de consciencia dentro del cuerpo en vez de  en la cabeza. En vez de verlo en términos de “cómo hacer” es mas bien “como ser”.

La práctica nos lleva al principio a poner la atención en las distintas partes des cuerpo con la intención de tan solo permanecer presente. Esto puede dar la impresión de que estamos observando desde fuera, digamos como un objeto. Con el tiempo se desarrolla intimidad.

Por ejemplo, ponemos la atención en el abdomen o en el centro del pecho o en los pies; al principio se siente así como un acto consciente nuestro de poner atención en algo. Con la practica se ve que lo que realmente esta pasando es que nos damos cuenta de que hay consciencia ya en estas zonas y nosotros estamos  sintonizando/afinando nuestra consciencia “normal” a ella. Así empezamos de forma superficial o poco sutil, pero con tiempo es posible darnos cuenta de sensaciones mucho más sutiles: los pequeños músculos, los órganos, el sistema circulatorio, el corazón etc.

Podemos empezar a percibir un cambio de énfasis: normalmente experimentamos lo que llamo “consciencia diurna” principalmente en la cabeza (en el lóbulo frontal) que da la sensación de estar hacia arriba y afuera, hacia los demás, hacia lo que queremos o buscamos en la vida. Este tipo de consciencia esta enfocado en lo que pensamos, las cosas que son importantes con respecto a “mí” a mi imagen y mi proyecto de vida. Desde esta consciencia  excluimos, o  dejamos en la periferia, una cantidad enorme de información para poder seguir siendo “yo” haciendo que “mi” vida funcione.

Cuando pides a la gente a que ponga atención en el cuerpo, algo diferente ocurre. Normalmente, bastante temprano en la práctica, viene a darse cuenta que hay otra manera de ser consciente. Es como cuando bajas las luces, al principio no ves nada o casi nada – y es cierto que al principio de este trabajo la respuesta común es que la gente no sienta nada; no hay sensaciones,  incluso dicen que no experimenta su cuerpo, lo busca y no lo encuentran. Pero con la practica uno empieza digamos  a ver en la oscuridad; se hace consciente, no la consciencia con la que funcionamos cotidianamente,  sino se empiezan a percibir un mundo mucho más grande – y así la información sutil se hace perceptible.

Maladoma Some, un maestro espiritual contemporáneo de África centro-oeste, cuenta que en su aldea no hay electricidad, pero obviamente tienen maneras de crear luz si se necesita. Por la noche podían decir: “Apaguemos las luces para que podamos ver”. [ ]

Es parecido con respecto a nuestro cuerpo: el cuerpo no es ni un espacio neutro, ni muerto ni ahí tan solo para nuestro uso, sino, y voy a hablar antropomorfitamente, lo que el cuerpo quiere es ser visto de formas concretas. Esto es un descubrimiento algo sorprendente para muchos de nosotros “gente moderna” enajenados del cuerpo. No podemos imaginar que el cuerpo sea una fuerza viva, una fuente de inteligencia, sabiduría, incluso algo que posee lo que podamos experimentar como intención. No concebimos el cuerpo como sujeto.

Para la mayoría de nosotros y para la mayoría de la cultura moderna, el cuerpo es como un burro que existe para el beneficio de nuestro ego: el burro será flaco, será fuerte, será hermoso, será yogui impresionante, tendrá un aspecto juvenil, ágil, enérgico, trabajará 18 horas al día, me ayudará cubrir mis necesidades etc. No cabe posibilidad que el cuerpo sea más inteligente que “yo” mi ser precioso, mi ego consciente.

A menudo es como un shock para las personas cuando empiezan a hacer este trabajo; empiezan a darse cuenta que el cuerpo tiene ideas acerca de “nosotros”; tiene cosas que cumplir; tiene un sentido claro, inteligencia e intencionalidad hacia nosotros. Tiene estrategias siempre cambiantes (diferenciadas de las nuestras) y siempre al día; tiene su ritmo y trabajo con nosotros de forma muy hábil. Nosotros no tenemos que hacer nada más que escuchar. El propósito del trabajo somático que yo enseño es ofrecer puertas (por no decir técnicas) que nos llevan a aprender con tiempo a conectar con la consciencia del cuerpo, descubrir el cuerpo como un sujeto vivo, respirando y comunicando.

¿Qué tiene todo esto que ver con meditación y trabajo espiritual?

Cuando desarrollamos consciencia somática y entramos en el proceso de relajación y de soltarnos, no estamos tan solo haciendo las paces con nuestra existencia física. El hecho es que entramos en el proceso que subyace toda la vida espiritual y es algo que el Buda vio hace 2,500 años: vio que mientras podemos ganar algo a corto plazo con estas estrategias enajenadas, acabaremos justo donde empezamos. Cuando meditamos con el cuerpo, estamos reeducando la consciencia. Empezamos a vivir desde las profundidades de la soma, los poros, las células. En vez de pensar que la mente consciente es el director de nuestra vida, nos damos cuenta de lo contrario: es el sirviente del cuerpo. Este se hace la fuente de lo que necesitamos para vivir.

La tradición Yogacara nos enseña que la situación humana nos hace mantener una auto imagen: el “ser” el yo o el ego como decimos los budistas hoy. Al mantenerlo a todo coste, ignoramos información que no sea consistente con esa imagen – es decir, momento por momento estamos bloqueando una gran cantidad  de información. Los yogacara dicen que si vivimos, el cuerpo simplemente recibe sin juicio la experiencia.

Hoy en día se habla de crear límites personales, pero no es posible poner límites al cuerpo. Los límites se crean en la cabeza; el cuerpo es abierto, sensible, vulnerable, inteligente, sin juicios. Piense lo que la mente piense, el cuerpo recibe – si nos gusta o no es irrelevante al cuerpo – pase lo que pase en nuestro entorno, el cuerpo recibe la experiencia entera y no la juzga. Por la energía que invertimos en mantener la imagen de quien creemos que somos, rechazamos una gran parte de lo que el cuerpo sabe, siente y entiende. En algún nivel nosotros (es decir nuestro ser consciente, o la mente o ego) decimos “no” a esta experiencia; no recibimos lo que el cuerpo sabe.

En el budismo esto se llama ignorancia – ignorancia no es la falta de inteligencia o de información;  – ignorancia significa que bloqueamos todo aquella sabiduría y conocimiento que ya esta en el cuerpo y que no esta de acuerdo con quien creemos que somos o quien intentamos ser.

Touching Enlightenment: Finding Realization in the Body by Reginald A. Ray PhD

Traducción Paramachitta Pavey, Orden Budista Triratna

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